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martes, 21 de junio de 2022

~MARIANA~

de Monica Dickens




"Monica Dickens captura la vida misma en sus libros", Rebecca West.

Fueron decisivas estas palabras de mi admirada Rebecca West que nos aporta la editorial y que las encontramos en la faja de la novela de la que hoy os quiero hablar, MARIANA, para que la leyera. Pero cuando llegó el momento de su lectura, la propia West estuvo también a punto de convertirse en su peor enemiga. Reciente la lectura de los dos primeros tomos de la trilogía de la familia Aubrey me parecía que su autora era superior como escritora y si me encallaba comparándolas saldría perdiendo Monica Dickens. Qué la salvó, entonces, para que acabara disfrutando de su lectura y que en el futuro la recuerde con cariño. Qué me hizo darme cuenta de inmediato que estaba ante una novela destacable por muchos motivos.  

Uno de los mayores acierto de MARIANA está en presentarnos una novela aparentemente ligera, divertida, que parece más para entretener que para ahondar en profundas reflexiones y, sin embargo, está condicionada por dos terribles momentos históricos, dos guerras mundiales. Lo que le dará a la narración una mayor transcendencia. Están ahí las secuelas que deja la Gran Guerra. La propia Mary, el personaje principal, pierde a su padre en ella y pasados los años verá marchar a su joven marido para luchar en la nueva contienda. Y como guía, como referencia, toma el magnífico poema homónimo de Lord Alfred Tennyson, que no solo le permitirá encontrar en él el leitmotiv de la novela, sino que aprovechará con acierto algunos elementos que le aportarán un mayor dramatismo a lo que le suceda a Mary. Entre las risas, las dudas, los viajes, la amistad y el amor enmarcados en los elegantes años treinta, ondea una cortina que esconde una sombra inquietante: "Mientras esperaba acostada, mirando la forma borrosa de la cortina, que se movía a merced de la ventana entreabierta, y oyendo el viento, la lluvia y el ladrido de un perro insensato en las marismas, pensó en las cosas que se habían ido, en los años que la habían conducido a esa noche..., la crisis de su vida". Igual que en el poema de Tennyson, la cortina simboliza la incertidumbre, el temor por lo que el futuro pueda traerle. 

En el primer capítulo nos encontramos con una Mary adulta que aguarda el regreso de su marido, que sirve en la marina durante la II Guerra Mundial, alojándose, con tan solo la compañía de su perro Bingo, en una apartada cabaña de las marismas de Essex. Mientras espera escucha en la radio que su buque se ha hundido y aunque hay supervivientes, muchos ha muerto ahogados. Debido al temporal las líneas están cortadas y tendrá que esperar a la mañana siguiente para viajar a Londres y saber si su marido está entre los que han logrado salvarse o no. En la angustiosa espera se refugiará en sus recuerdos del pasado desde que era una niña. Esta Mary del primer capítulo es muy diferente a la que nos encontraremos al rememorar sus etapas vitales desde la infancia hasta convertirse en una joven adulta. En cada etapa Mary irá cambiando con cada vivencia, en la felicidad y los desengaños, en el fracaso, en la amistad y en el amor. Así podemos encontrarnos a una niña fantasiosa, traviesa, creativa y a la vez egoísta, como a menudo se puede ser en la juventud: "Al abuelo se le antojó sufrir un derrame cerebral justo la víspera de partir hacia Somerset". "Mary solía tomarse las desilusiones como una afrenta personal, como si dijera: <<¿Por qué me tiene que pasar esto precisamente a mí?>>, actitud a la que respondía el tío Geoffrey con un exasperante: <<¿Y por qué no?>>" Conoceremos a una adolescente que pierde un poco la cabeza por amor y acude a una cacería dejándose llevar por la emoción del momento junto al ser amado, mientras no deja de desear con todas sus fuerzas que el zorro logre escaparse. Una adolescente a la que le cuesta relacionarse, pero que puede ser la mejor amiga, aunque también mostrarse injusta en su apreciación sobre algunas personas. Una joven que anhela experiencias y tal vez se enamore más del amor que de la persona... No es una Mary perfecta, es una Mary humana que va madurando según avanza la narración, lo que la hace más creíble. La coherencia en la evolución del personajes está muy conseguida. Es precisamente lo que más me molestaba en ella lo que la hace más creíble. Cierta ambivalencia en su proceder y el modo que tenía de señalar los defectos físicos de algunas personas me desagradaba, pero, ¿no lo hemos hecho todos alguna vez? Me parecía ese tipo de chica que oscila entre los convencionalismos y cierta extravagancia para reafirmarse, pero sin exponerse demasiado y que se salva -se salvó para mí- por su notable buen talante. 

Precisamente el talante, un humor muy particular y la manera deliciosa que tiene la autora de resaltar detalles encantadores de sus personajes, de los lugares importantes para ellos o de situaciones que viven es lo que eleva esta novela: "Mary descansaba tranquilamente hundida en un sillón, con una taza de café en uno de los brazos y la bata de seda abierta a los lados de las piernas cruzadas, balanceando una zapatilla en el dedo del pie". "El olor a sábanas limpias le recordó a lo que de niña llamaba el <<olor a Charbury>>. Era lo primero que se percibía al entrar por la puerta principal, una mezcla indefinible de todas las cosas aromáticas de la casa: rosas, humo de leña, suelos encerados, pan y lavanda guardada entre la antigua ropa de cama". 

En resumen, una novela menos ligera de lo que pueda parecer  y con un final muy bien cerrado, con un toque..., que no olvidaré. Una protagonista que no me enamoró, pero a la que sí tomé cariño, con la que me he reído a menudo y a la que doy la razón cuando dice: "Toda su vida había necesitado refugiarse en la soledad...". Un lugar de veraneo, Charbury, que se quedó entre mis lugares de paz y felicidad para siempre: "Pero no era Charbury...", pensé también más de una vez. Abrí una sección de dulces en mis anotaciones y he deseado durante toda la lectura comprar la ropa de la tienda de su madre. Es más. Si viviera Monica Dickens le pediría una novela en la que la señora Shannon fuera el personaje principal. No voy a decir que se convierte en una de las novelas de mi vida como me ocurrió con LA MIRADA DEL ÁNGEL, de Thomas Wolfe, ni me ha entusiasmado tanto como la trilogía de La familia Aubrey, de Rebecca West, por mencionar dos de las lecturas que más me han marcado en lo que va de año, pero, sin duda, la he disfrutado y me ha dejado muy buen sabor de boca. Creo, incluso, que según vaya pasando el tiempo irá creciendo más en mi estima y será uno de esos recuerdos que rememoran un momento que no fue perfecto, pero sí inolvidable. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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