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jueves, 6 de junio de 2019



Conocí TRILBY, de George du Maurier a través de El mago, de John Fowles. Tras investigar un poco de inmediato sentí una gran curiosidad por su trama y el interés se agudizó aún más al saber del enorme éxito que tuvo cuando se publicó en la última década de la época victoriana. Fue tanta la fascinación de los lectores por esta novela que se habló de la "Trilbymanía". En el postfacio de esta edición de Funanbulista escrito por Max Lacruz Bassols, nos da, además, el dato curioso de que el autor, en realidad caricaturista e ilustrador, se la ofreció a su buen amigo Henry James y que este la rechazó, aduciendo que era un regalo demasiado generoso y que debía escribirla la propia persona que la había ingeniado.

Tras leerla me encuentro dividida. No me ha parecido una buena novela. Se nota demasiado la inexperiencia del autor y resulta un texto un tanto inconexo, ingenuo a menudo y tiene unos personajes estereotipados con los que no logras ni empatizar ni sentirte demasiado atraída y en los que a menudo el discurso es incoherente con lo que realmente parecen ser. Se translucen unos pensamientos del autor más avanzados, que necesitara mostrarlos, pero se frena y no se atreve a ir demasiado lejos y da pasos adelante, para enseguida volver al redil de nuevo. Aun así, para la época, fue una novela que al lector inglés impactó y deleitó. Ese mundo de artistas, de bajos fondos, con personajes de "mal vivir", mujeres "perdidas" y una trama basada en la hipnosis que atraía muchísimo en esos años, la convirtió en una obra muy leída.  

Dicho lo anterior, y aunque parezca lo contrario, me ha merecido la pena leerla y en algunos momentos la he disfrutado verdaderamente. George du Maurier desarrolla, en efecto, una trama tan simple que con unas cincuenta páginas o menos, tal y como la trata, le hubieran bastado. Hasta más allá de la mitad del libro no se centra en ella. Pero el resto del tiempo se dedica a describir la vida bohemia de París a finales del siglo XIX y es lo que para mí salva el libro. Tuve una época en la que me obsesionaba viajar en el tiempo hasta la ciudad de la luz, al Barrio Latino, Montmartre, en resumen a la margen izquierda; subir a las buhardillas de artistas y conocer a pintores y escritores, grisetas y modelos e inconformistas que odiaban y huían de una vida encorsetada. Buscaba libros, películas, cuadros y fotografías que me llevaran hasta allí y cuando daba con ellos los leía o visionaba una y otra vez. En este sentido me ha gustado mucho y me ha sido amena la lectura. Sí, es verdad que es una historia que se regodea en los tópicos, de bohemios de buen corazón, con un malvado, cómo no, una damisela de dudosa reputación, pero de inmenso corazón y una trama atrayente que bien desarrollada se le hubiera podido sacar mucho más partido y que te deja muy a medias. Y el final es un auténtico horror, pues una Trilby que se la dibuja al principio muy interesante, moderna, acaba siendo una caricatura de la griseta que arrepentida por amor poco menos que están a punto de canonizarla y todos quedan obnubilados por su luz de santidad. Pero, como decía, luego también tiene toda esa parte de descripciones de lugares emblemáticos de París, de asomarnos a través de las ventanas de las buhardillas y las escuelas de arte y ver un mundo fascinante, entre real e inventado, que me ha gustado mucho. Adolece de lo que adolecen muchas novelas hoy en día, como puede ser mucha documentación histórica, diversos datos entre medias, echar mano de la propia biografía y que no se mezcle bien con la ficción, divagaciones que no siempre tienen sentido ni razón de ser y quedan, ahí arrinconadas, una trama y un valor literario mínimos. Es una novela de más de cuatrocientas páginas con mucho relleno. Digamos que la carne está cruda y el relleno delicioso. 

No la recomiendo a quien busque una buena novela decimonónica bien trazada, redonda, con grandes personajes. Para los que la trama sea lo principal ni acercaros. Pero, para aquellos que como a mí este mundo os haya atraído u os atrae, nostálgicos de aquel París de finales del siglo XIX, podréis encontrar provechosa vuestra lectura y disfrutarla en una buena parte. Se lee bien, en especial la primera mitad del libro, las referencias musicales, literarias, pictóricas son una auténtica gozada y las ilustraciones del propio autor son muy bonitas. Si no os decidís a leerlo, al menos investigar sobre todo lo que rodeó a la publicación de este libro, pues es muy interesante. Y en su relación con Henry James  y abuelo de Daphne du Maurier y de los niños que inspiraron Peter Pan, pues también os puede resultar muy atrayente y os apetezca conocer más de este artista. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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