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jueves, 27 de febrero de 2020


~DIARIO ESCRITO EN INVIERNO~
de Emmanuel Bove


La sensación que tuve al leer DIARIO ESCRITO EN INVIERNO, de Emmanuel Bove fue de inquietud, como si se encontrara el escritor a mi espalda, como si sostuviese entre sus manos mi propia angustia. Fue comenzar a leer este libro y no poder soltarlo hasta terminarlo aun sintiéndome vigilada todo el rato. De una aparente ágil lectura, procesarla llevará más tiempo. 

Louis Grandeville a través de su diario nos hablará de su infancia, relaciones amorosas pasadas, amistades y, sobre todo, de su profunda incomodidad social y vital a la que va a adherir el deterioro progresivo de su matrimonio con Madeleine. Hombre de complicado carácter se reconoce celoso y manipulador, que es capaz de llevar ante las cuerdas a su mujer por una sospecha y por poner a prueba su afecto. Pero al mismo tiempo su modo de llegar hasta lo más profundo de su insatisfacción existencial, de su observación minuciosa de cada gesto en los demás y en sí mismo tratando de descubrir las últimas intenciones de cada comportamiento y su disección de las miserias humanas, lo convierten en un narrador atípico con una mirada que va más allá, que penetra en el proceder de sus semejantes hasta despojarlos de toda grandeza.

Lo más inquietante de este libro es que la atención no se queda en el comportamiento de este hombre con su mujer y anteriormente con otras mujeres, lo que narrado de otro modo sería lo principal; el desagrado que nos provoca su modo de actuar, su tortuosa mentalidad en sus relaciones de pareja, aquí pasa a un segundo plano, ya que es una mera excusa para que este narrador entre en un laberinto de espejos y describiendo algunos de sus rostros, de sus distorsionadas figuras gire los espejos hacia nosotros y nos refleje también. Me produjo la impresión en algunos momentos de que todo el tiempo hablaba de él, aunque describiera a otros y es extraño, es como si este escritor fuera capaz de encontrarnos en sí mismo, de decirnos que no somos tan diferentes los unos de los otros y que en algunos aspectos podemos identificarnos con alguien tan ajeno a nosotros. 

Es el corte rápido de una cuchilla, aquella de la que hablaba Bohumil Hrabal, el dolor, la sangre, curar la herida y estar seguro de que su cicatriz nunca desaparecerá y nunca curará del todo y que con otro de sus libros, con cualquiera de ellos, se volverá a abrir. La cuchilla demoledora de la buena literatura. El corte que por un breve instante ni se ve hasta que la sangre comienza a manar y abre la hendidura. Son esos momentos en los que todo el entramado se nos desmorona: el sinsentido de la vida, su grisura, su frío y su soledad. Pero al mismo tiempo nos deja un finísimo hilo al que agarrarnos para seguir, para con todo, vivir. Y es tan bueno este libro, que tal vez lo podéis leer en la superficie, tratando de no girar los espejos hacia vosotros. Como la historia de un matrimonio con el que no tenéis que ver. Aunque tapar los espejos no los hace desaparecer. 

Emmanuel Bove (París 1898-1945), hijo de un ruso y una luxemburguesa hereda de sus antepasados eslavos esa pulsión por ir al centro de la angustia, removerla bien y vivir en ella pretendiendo desentrañarla por entero. Es hoy un escritor de culto que estuvo olvidado durante muchos años y que fue rescatado en los años ochenta reeditándose -bendita sea- toda su obra en Francia y que Hermida Editores y Pre-Textos con "Mis amigos" han tenido el gran acierto de traducir para que no nos perdamos a este escritor tan singular que fue admirado por escritores como Colette, Beckett, Rilke o Gide, ¡nada menos! De este último no puedo evitar compartir lo que anotó en su diario sobre él y que recoge la editorial en su solapa: "un hombre luminoso y oscuro a la vez, una especie de santo tallado que, pese a estar en la parte más sombría de la iglesia, se hace visible". Así he quedado por su luminosa oscuridad, completamente admirada.

Texto y fotografía: Ana Martínez García. 

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