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viernes, 3 de julio de 2020


~LA SEÑORITA PYM DISPONE~
de Josephine Tey


Algo triste y desconcertada, como quien descubre inesperadamente que la infelicidad puede irrumpir en plena delicia, apartó la mirada de aquel angustioso cuadro, pero no sin antes vislumbrar por último la cara de la señorita Rouse. Y la expresión que se encontró volvió a sorprenderla. Le recordó a Walberswick.

La contribución de Dakers era un hermoso pastel de chocolate de dos pisos con cobertura de mantequilla escarchada. Lucy decidió entonces que como gesto de amistad (y quizá también de gula) debía olvidarse por el momento de los kilos de más.

El lugar poseía todas las características descritas en la literatura por los habituales clientes de las posadas de los pueblos: la porcelana pintada a mano, las mesas de madera oscura de roble, las cortinas de lino con bordados, los ramilletes herbales en sus pequeños jarrones. Sí, incluso las pequeñas muestras de artesanía local en el escaparate. Para Lucy, que en su época con Alan ya había tenido su ración de niditos de amor polvorientos, el lugar era sencillamente encantador. Nada más entrar la envolvió un delicioso aroma a pasteles y bollos con especias recién salidos del horno. Además del ventanal que daba a la calle había otra ventana orientada a un bonito jardín interior engalanado con flores de vivos colores. En el interior del local reinaba la paz, el frescor y un agradable sentimiento de bienvenida. 

Han sido varias las sorpresas que me he llevado con LA SEÑORITA PYM DISPONE, de Josephine Tey. Comencé su lectura pensando en una novelita intrascendente, de narración muy ligera, con un misterio por resolver, quizás a lo Agatha Christie, y que olvidaría en cuanto acabara su última página. Con esta idea preconcebida me dispuse a leer este libro, con menos expectativas que curiosidad. En su momento, en la adolescencia y primera juventud, leí la mayoría de los títulos que escribió la dama del misterio. Os dejo una fotografía que ya compartí, para quienes no la hayáis visto que os hagáis una idea de mi entusiasmo entonces por ella. ¡Y no están todos! Algunos los saqué de la biblioteca, otros me los dejaron y algunos los presté y nunca regresaron. El caso es que, aunque ya no suelo leer este tipo de libros, como podréis imaginar después de la cantidad ingente que consumí en el pasado me saturaron bastante, una escritora de la misma época, la llamada Edad de Oro de la novela británica de intriga, era de esperar que me despertara cierta curiosidad. Además, con el buen recuerdo que guardo de aquella época es muy posible que al ir a Josephine Tey interviniera también una buena parte de nostalgia. Pues bien, me he encontrado con algo que aun con pequeñas similitudes es muy diferente. Y ha sido fantástico. Porque la lectora impaciente que yo era entonces hubiera preferido sin duda ninguna a Agatha Christie, pero la lectora que soy ahora, mucho más reposada, que aprecia los  pequeños detalles y que espera una mayor profundidad, se queda con Josephine Tey.




Lucy Pym es invitada para dar una conferencia en Leys, una escuela muy prestigiosa de educación física para señoritas que regenta una antigua compañera de clase, Henrietta Modge. Y lo que se suponía que sería una estancia de poco tiempo, se convierte en una larga temporada ante la cariñosa acogida que recibe por parte de las alumnas, de su amiga y del resto del personal docente. La señorita Pym era profesora de francés, pero debido al inesperado éxito que le llega tras la publicación de un libro sobre psicología, abandonó su profesión. Su gran popularidad y elegancia encantan a todo el mundo, lo que le sirve de pantalla que oculta en parte su timidez e inseguridad. 

En cuanto comienzas a leer te das cuenta de que la narración es tan encantadora como la propia señorita Pym y está llena de pequeños detalles que son absolutamente deliciosos. Si sois lectores impacientes, que sepáis que hasta casi la mitad de la novela no se vislumbra misterio alguno. Y el misterio que vendrá es muy sencillo, nada enrevesado e incluso con un culpable predecible. Pero a mí no me importó en absoluto, es más, esta peculiaridad de la autora me enamoró. Josephine Tey lo que hace durante buena parte de la novela es hablarnos de las alumnas, su día a día, y del profesorado. Que a través de sus ojos creamos conocerlas bien. Nos habla con detenimiento de sus impresiones desde un punto de vista psicológico y sus implicaciones morales. Pero ojo no es nada moralista. Será por el conocimiento que tengamos de todos los personajes a través de la señorita Pym y la importante decisión que ella tomará en un momento dado, que el final resulte sorprendente.  Fijaos en lo que os digo, aunque para algunos lectores pueda ser, como os decía antes, la solución del misterio algo predecible, el desenlace es muy bueno, sobre todo porque da pie a un debate muy muy interesante. Es el tipo de libro que me hubiera encantado leer en un club de lectura, hubiera dado para una charla de horas.

Es una novela sobre los prejuicios. Cómo la belleza física o el estatus social nos pueden condicionar, predisponernos a favor o en contra de las personas, incluso cuando nos resistimos o creemos que nuestra mirada está libre de ellos. Lucy Pym no es una detective, no tiene una inteligencia brillante, con las ideas clarísimas todo el tiempo de cómo hay que actuar al modo de un Poirot o un Sherlock Holmes. Es mucho más humana e imperfecta y es por lo que te resulta más cercana y te permite encariñarte con ella y comprenderla, aunque no siempre estés de acuerdo con su modo de pensar. En su deseo de ser justa, puede equivocarse o no. Tendréis que descubrirlo vosotros. Al final, lo prejuicios, ¿serán los suyo o los nuestros?

Que nadie os diga que este es un libro intrascendente, ligero, para leer en un par de tardes. No es complicado de leer, pero da para reflexionar bastante y para debatir extensamente sobre él. 

Como curiosidad, en esos puntos coincidentes con Agatha Christie, uno muy interesante. Josephine Tey escribió esta novela en 1946 y Agatha Christie escribió 'Un gato en el palomar' en 1959. Y tienen similitudes. Me queda la duda de sí la madre de Poirot leyó a su colega de profesión o no. Es uno de sus misterios muy elaborados, con el discurso final del detective belga... Muy diferente al de la autora que nos ocupa, solo me la recordó por pequeños detalles: ambas tienen lugar en la campiña inglesa, en una institución docente muy prestigiosa, hay cierta malicia en algunas alumnas.... Esas similitudes no van tan allá como para pensar mal. Los derroteros de una y otra son muy diferntes. Que quede claro. Según el tipo de lector pensará que con mejores resultados una o la otra. 

Por último, decir que me he quedado enamorada de esta autora. Voy a leer todo lo que pueda de ella. Una mujer bastante reservada, que guardó su vida privada muy separada de su profesión. Su estilo me gusta mucho. Nadie que no tenga un porte una clase increíbles puede llevar semejante pañuelo de cuadritos, como el que se ve en la foto, con tanta elegancia. 

Texto y fotografías: Ana Martínez García.  

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