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miércoles, 15 de julio de 2020



~DISTURBIOS~
de J. G. Farrell


"...miró hacia atrás por encima del césped, al Majestic. ¡Qué ruinoso parecía desde aquel ángulo! Las grandes chimeneas que se alzaban sobre la masa de madera y piedra le daban la apariencia de un acorazado encallado. La hiedra había empezado a crecer, a extenderse ávidamente sobre la enorme pared de muchas ventanas contigua al Patio de las Palmas. De hecho, parecía surgir del propio Patio de las Palmas, a través de un paño roto del techo podía verse un tronco que brotaba grueso y peludo como el muslo de un hombre y se ramificaba luego con múltiples dedos sobre la piedra. En las paredes del sur sobresalían como venas varicosas las cañerías oxidadas. <<Tal vez -pensó el comandante- la hiedra ayude a mantener unido todo el edificio un poco más>>".

DISTURBIOS, de J. G. Farrell.

Asistir a un baile de arañas. Deslizarse por el polvoriento suelo, mientras las mandíbulas de los muertos se desencajan en carcajadas de antaño. Una copa más, por favor. Aunque es tan anticuada la cristalería. Huele a orines de gato. Las ancianas ríen coquetas. Se quejan de las corrientes de aire, mientras buscan con la mirada al comandante y rodean insistentes al viejo médico. 

Asistir a un baile de arañas. Llevas puesto tu mejor vestido. ¡Sin medias! Qué escándalo. La música se arrastra entre los instrumentos dejados contra la pared. De sus orificios reptan el resto de invitados.

Estás en la pista baile. ¡Que alguien limpie el espejo! Quiero verme bailar... No, que lo dejen como está, velado. El Majestic es ya una tumba llena de rasgados disfraces de otra época. Una ruina que se va desmoronando sobre sus fantasmas y las ratas esperan para repartirse el botín. ¿Dónde están los gatos? Que hagan algo con estas ratas. Tantos gatos colonizando habitaciones enteras... Hay que llamar al comandante antes de que sea demasiado tarde. 


El comandante, Brendan Archer, llega al Majestic en el año 1919, en plena Guerra de Independencia irlandesa. Después de recuperarse de las secuelas de la Gran Guerra va al encuentro de su prometida, Angela, que vive en el hotel de su familia en Kilnalough -lugar ficticio situado en Irlanda-. Es un hombre distinguido, de buena posición económica, pero sin familia que lo espere. Tan solo una anciana tía a la que apenas conoce. O tal vez ya no es el mismo que era y su visita tras su salida del hospital no resultó lo que él necesitaba. Fue en 1916 durante un permiso que conoció a la señorita Spencer. El encuentro había sido muy breve, pero a partir de ese momento ella tendría a alguien a quien esperar mientras durase la contienda y él una razón para sobrevivir. Durante el resto del conflicto y el tiempo que duró su convalecencia recibió una carta por semana y aunque no se puede decir que ella fuera especialmente cariñosa le hablaba de su vida en el Majestic del que Brendan se fue haciendo una especial composición en su cabeza de tal forma que en julio cuando estaba ante la puerta del hotel, casi sintió que volvía a casa. Es cierto que tal vez el compromiso entre el comandante y Angela estuviera prendido por alfileres de humo. Pero no por ello el recibimiento fue menos caluroso por parte de su familia. Claro, a él le sorprendió que nadie viniera a llevarle las maletas, que todo estuviera tan deteriorado y que el reloj de recepción marcara una hora equivocada... Y qué decir del primer encuentro con su prometida -"mitad ella y mitad desconocida, pero ninguna de las dos mitades correspondía a la imagen que había tenido de ella cuando leía su carta semana"- en el Patio de la Palmas donde la vegetación había tomado el lugar y se veían polvorientos muebles allí y allá. Lo mejor sería regresar cuanto antes a Inglaterra. Pero estaba tan cansado y hambriento. Por una noche soportaría las sábanas húmedas que se encontró en el cuarto, al que no le acompañó nadie, ningún botones, ni ningún miembro de la familia, y al día siguiente hablaría seriamente con Angela. No contaba con lo que le aguardaba: conocer a otra mujer, Sarah, y lo que le supondría; entablar una peculiar y dependiente amistad con Edward, el padre de su "prometida"; que las ancianas, clientas instaladas a perpetuidad en el ruinoso hotel, tal vez le robarían el corazón; que aquel primer gato que se recostó en sus rodillas, ignoraba que sería el primero de una auténtica legión de pequeños felinos,  y que los disturbios, afuera del hotel, pero a nada, tan cerca y tan terribles serían su día a día. Y que cada día, al menos al principio, planearía marcharse, sin conseguirlo.

Es muy difícil explicar esta novela. La encontré buscando otro título en Acantilado y en cuanto leí la sinopsis y fui a investigar más sobre ella y sobre el escritor, J. G. Farrell, por Internet, supe que había encontrado algo grande. Un hotel de lujo, que gozó de gran prestigio, pero que a la llegada del comandante se encuentra en absoluta decadencia, dejado por sus dueños que viven inmersos en la preocupación diaria por el conflicto irlandés y por los continuos disturbios de los que tienen noticia e incluso sufren cerca de ellos; el comandante que llega y se convierte en uno más de esta curiosa comunidad y las historias de todos los demás personajes pintorescos e inolvidables. Una novela redonda, de principio a fin, como la vida, con momentos terribles, podía reír a carcajadas y a la página siguiente llorar o espantarme por los sucesos dolorosos e incomprensibles derivados de cualquier guerra. Hay en ella amor, soledad, cerrazón, sensualidad, humor... Y muchos, muchos gatos. Si buscáis información sobre DISTURBIOS veréis que simboliza el fin del imperio británico, como era en el siglo XIX, y los conflictos con Irlanda, que hasta hace muy poco seguían coleando y los representa este autor de un modo asombroso, original, hermoso, patético..., a través de lo que sucede en el Majestic. J. G. Farrell que se crió en Irlanda y en Inglaterra crea en el comandante en cierto modo a su alter ego y a través de él vemos lo que significaba estar entre dos aguas y entender las razones de unos y de otros.  

Os escribo a continuación de mi diario: "Estoy en la página 512 de DISTURBIOS y lloro, literalmente, por la tristeza que me da despedirme sobre todo del comandante, pero también de todo el Majestic: Edward, Sarah, las temibles gemelas, el rebelde doctor... ¿Qué tiene este ruinoso hotel lleno de gatos que te atrapó, Brendan, y me ha atrapado a mí? No quiero decir adiós. Quiero quedarme con vosotros en la polvorienta sala de baile".

Quedan meses todavía para que acabe este año, pero es muy difícil que ningún otro desbanque a este y a los DIARIOS, de Cioran, aun sabiendo que vendrán otras buenas lecturas. Pero libros así, que te cambian y que te reafirman en lo que eres para bien y para mal, no son fáciles de encontrar. Dos autores muy diferentes, uno que pasó su vida pensando en la muerte y otro que murió muy joven, con cuarenta y siete años. Dos libros muy diferentes, pero que en mí los paralelismos se miran y se comprenden. Dos libros para seguir leyéndolos y para que me sigan explicando lo que soy. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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