LA EXPOSICIÓN
de Nathalie Léger
Soy yo misma... por ella... contra mí.
... <es demasiado tarde para empezar a vivir de nuevo cuando ya se ha comenzado a morir>>, decía ella.
... ¡ah! habría que recrear su voz, las voces del siglo XIX.
Se decía de Virginia Oldoïn, condesa de Castiglione, que era la más bella de su época. Su propia madre exclamaba: "¡He engendrado una obra maestra! Pero lo que hubiera podido suponer una increíble ventaja para ella, se tornaría en una maldición de incomprensión y soledad.
Cuando la condesa de Castiglione hacía su aparición producía estupor. Su belleza incomodaba a las damas, que quedaban eclipsadas, y rendía a sus pies a los caballeros. Pero era tan hermosa que paradójicamente, "se admiraba su belleza como se iba a ver a los monstruos de feria". Consciente de su aspecto desde niña, como un Narciso femenino, nos dice la autora, de alguna manera se enamoró de su propia imagen y en el estudio de fotografía de Pierre-Louis Pierson creó un estanque a su medida y allí quedaría atrapada, naciendo así la leyenda. Durante cuarenta años este fotógrafo de la alta sociedad dejaría constancia de su esplendor y posterior decadencia en más de setecientos retratos. Pero siempre sería ella, al parecer, quien marcaría las directrices y el fotógrafo seguiría las indicaciones de la condesa consciente de su fotogenia y de la idea que quería representar.
La comisaria de arte y directora del Institut mémoires de l´édition contemporaine, Nathalie Léger, realiza a través de LA EXPOSICIÓN una autoficción en la que pretende desentrañar el misterio de esta mujer del Segundo Imperio, a la vez que busca las claves de algunos aspectos delicados de su propia vida entre sus fotografías familiares. Pero qué pueden decirnos estas de nosotros mismos. La ingente cantidad de fotografías que dejó la condesa de Castiglioni debería ser suficiente para obtener una gran información sobre ella, sin embargo son la muestra de un gran enigma. Qué nos empuja a investigar sobre un tema determinado y qué esperamos encontrar en él sobre nosotros mismos; qué hay antes de esa última puerta que es la muerte, qué significados podemos encontrar, y qué mantiene la ilusión de seguir buscando. Qué esperaba de esta mujer Robert de Montesquiu, poeta, dandi, mecenas y coleccionista que encontró una de las fotografías de la condesa en el fondo de una caja en un anticuario y quedó tan fascinado por ella que llegaría a poseer cuatrocientas treinta y cuatro fotografías, además de diversos objetos que le pertenecieron y que expuso en su Pabellón de las musas.
Puede un rostro mirarnos a través de una antigua fotografía y despertar una pasión que se despereza entre montañas de polvo. Puede una mirada atravesar años y años que nos separan de ella y lograr despertar nuestro interés. Tal vez se trate de mucho más que descifrar un enigma: "... nada en el destino de esa mujer que pasó tantas horas delante de una cámara me resultaba familiar. Y sin embargo, al abrir aquel catálogo, tuve la extraña impresión de regresar a casa y, aunque aquella casa estuviera destruida, de regresar a ella atemorizada pero agradecida"
Texto y fotografía: Ana Martínez García.
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