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sábado, 9 de julio de 2022

~NUNCA DELANTE DE LOS CRIADOS~ 

RETRATO FIEL DE LA VIDA ARRIBA Y ABAJO

de Frank Victor Dawes


    "-¿No te parece que la pobre mujer ha empezado a marchitarse, mami? -dijo Mary, buscando el café entre todos los botes del armario de la cocina.
     -Hace años que ya no es lo que era, cielo. -La señora Shannon se sentó en el borde de la mesa y encendió un cigarrillo-. Pero no sé quién iba a hacer todo el trabajo que hace ella por el sueldo que le pago.
      -Bueno, pero -dijo Mary con toda la intención-, ¿no podrías pagar un poco más a otra persona?".

MARIANA, de Monica Dickens.

"Conversamos un rato hasta que la decrépita sirvienta de la casa anunció en tono deprimente que la cena estaba ya a punto; la misma que, al minuto o poco más de que nos hubiéramos sentado todos ante unos fiambres en la habitación contigua, comenzó a trasladar alrededor de la mesa platos y fuentes con atolondrado apresuramiento, como si temiera que la muerte -a la que el día seguía asociado en mis pensamientos- viniera a poner fin a sus quehaceres".

UNA DANZA PARA LA MÚSICA: PRIMAVERA, de Anthony Powell.

He querido compartir con vosotros unos fragmentos de dos de mis últimas lecturas que ilustran muy bien cómo los señores podían mostrarse insensibles con el servicio doméstico con la mayor naturalidad y sin el menor sonrojo. Estos ejemplos, estando muy lejos de mostrarnos el grado de crueldad y de explotación que los sirvientes podían llegar a padecer, ya nos sirve para hacemos una idea de la enorme distancia que podía separar a los de arriba de los de abajo. Y es que, como bien se señala en NUNCA DELANTE DE LOS CRIADOS, de Frank Victor Dawes, las relaciones entre señores y criados estaban muy lejos de ser en la mayoría de los casos como nos muestran series de televisión, de sobra conocidas, como 'Arriba y abajo' o 'Downton Abbey', donde se nos construye una realidad muy idealizada. Pero es que con anterioridad a estas series también el personal doméstico era a menudo ridiculizado desde las páginas de revistas y periódicos o en comedias de situación, lo que impedía aún más hacerse una idea exacta de la situación de estas personas y de todo el sufrimiento que acarreaban. 

El autor de este libro, hijo de una criada que desde niña, como era lo habitual, comenzó a servir, realiza un repaso de unos cien años en Inglaterra, desde la primera mitad del siglo XIX cuando el número de personas que trabajaba en el servicio doméstico era extraordinariamente notable hasta la Primera Guerra Mundial que el descenso de estos desempeños cae en picado y ya llegados a la Segunda Guerra Mundial que quedó en mínimos: "Hoy no podría existir una clase social de sirvientes porque, para sobrevivir, la estructura del personal doméstico inglés dependía de una serie de condiciones que ya no se dan". Para su investigación Frank Victor Dawes solicitó a través de un anuncio en el Daily Telegraph que le contaran aquellas personas que hubieran realizado cualquier tipo de trabajo perteneciente al ámbito doméstico cómo fue su experiencia. La respuesta fue enorme, sobre todo por parte del personal empleado, aunque también muchos de los señores le enviaron cartas narrándole cómo ellos lo veían. El resultado es un libro sumamente interesante, plagado de testimonios, a menudo muy tristes, que no ahonda demasiado en las causas ni se pierde en juicios de valor, aunque sí se muestra sensible con el sufrimiento de tantas personas. Trae además a colación obras literarias, cinematográficas y televisivas para reflejar la dura situación en la que se encontraban estos trabajadores. 

Un libro que leí, en efecto, con fruición, pero también con mucha tristeza, sobre todo por los niños. La imagen de una pequeñina con nueve o diez años fregando los suelos, desde antes del amanecer hasta el anochecer que caía rendida en la cama, iluminándose con una vela y poniendo un extremo cuidado para que las largas faldas victorianas no se le levantaran, pues seria terrible que enseñara las piernas, te llena de consternación. La pobreza extrema y la total falta de estudios los abocaba a estos trabajos con horarios de esclavitud y aun así, podían sentirse afortunados, ya que la calle y los trabajos en fábricas eran todavía peores. 

Pero si algo me sorprendió sobre manera fue que mientras leía este libro y compartía fragmentos en las historias, muchos de vosotros me contasteis experiencias similares de explotación a familiares vuestros, como quien dice, de hace dos días en España. Pocas veces he recibido tantos mensajes privados para hablar de un tema. Y es que este tipo de libros a menudo nos sirven para conocer las sombras de un pasado y darnos cuenta, con cierto vértigo, de que no es tan lejano y que lo conquistado no es definitivo, que podemos perderlo, y que todavía queda muchísimo por lo que luchar en cuestión de derechos sociales.  

Texto y fotografía: Ana Martínez García. 

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