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lunes, 18 de marzo de 2019



Llevaba tiempo queriendo leer a esta escritora, pero siempre había otros títulos que se imponían. Ya sabéis lo insistentes que pueden ser algunos; los hay incluso que son como niños malcriados: "yo primero, yo primero" y empujan a otros y todo. Pero en esta ocasión, un lector al que sigo y en el que confío, Antonio, lanzó de un golpe certero esta novela al primer puesto y llegó reclamando su lectura inmediata y acallando todas las protestas. El golpe de efecto fue el nombre de una actriz: Bette Davies. 

Desde niña me quedaba hipnotizada mirando esos ojos increíbles que no han existido otros iguales en el cine, capaces de reflejar tanto los más hermosos como los más turbulentos sentimientos. Son muchas las películas que he visto y disfrutado de ella, pero de esta, basada en la novela "El señor Skeffington", de Elizabeth von Arnim no sabía nada y fue una maravillosa sorpresa que no me podía perder. Pero, por supuesto, debía imponerse el orden correcto: primero el libro y después la película. 

En el libro encontramos a Fanny, el personaje principal, mujer que ha gozado por su increíble belleza de un gran éxito entre los hombres, lo que le ha permitido un esplendor social en el que era siempre el centro de atención. A punto de cumplir los cincuenta años y con las secuelas de una enfermedad que le han dejado claras huellas en su rostro y cuerpo, el tiempo le hace burlas desde cada rincón de su lujoso hogar anunciándole que sus mejores años pueden haber pasado. La burla adquiere el aspecto de su ex marido que se le aparece a cada momento cuando hace una eternidad que ni pensaba en él. Vamos a asistir a un juego muy divertido que se puede interpretar como un hecho sobrenatural, si se quiere -recurso muy cinematográfico- o simplemente pensar que su mente debilitada por la enfermedad y la preocupación le está jugando una mala pasada. El caso es que Fanny querrá huir de esta presencia insistente que le trae recuerdos ingratos, y en esta huida irá al encuentro de antiguos admiradores para intentar que la tranquilicen, que le demuestren que todo sigue igual y que todavía tiene el poder de despertar un amor apasionado como antaño. 

Podía haber resultado una novela demasiado frívola, que esa razón de ser de Fanny condenada inevitablemente a que el tiempo pronto se la arrebatara, nos las hiciera antipática o nos causara desdén por una búsqueda demasiado superficial. Pero no es así, subyace bajo todo eso una amargura que no se puede obviar. Se va a poner la nota en una mirada educada de forma errónea o insuficiente, condicionada por una sociedad que circunscribe la belleza a la juventud, que condena sobre todo a la mujer a la invisibilidad al paso del tiempo y que convierte su posesión en su mayor y más preciada cualidad y su pérdida en su mayor desgracia; hay una rebeldía sutil, envuelta en una ironía muy inteligente, que está ahí y es un reproche que adquiere su significado simbólico a través de un final que puede parecer acomodaticio -y aun así a mí me emocionó- y que en realidad señala una clara ceguera que solo es capaz de ver y valorar una determinada belleza. El ejemplo más claro está en cómo las personas que no educan su mirada para el arte, por mucho que lo miren no logran ver el milagro, no lo pueden apreciar; fuera de él, en la vida, para mirar a los demás, también se necesitaría educar los ojos, limpiarlos de condicionamientos.

Pero lo magistral de la novela es que esa amargura, esa tristeza que la recorre como una pez tranquilo, que no agita las aguas y queda como al fondo, no impide disfrutar con la lectura, reír y tomarle mucho cariño a Fanny. Hay momentos de una hilaridad maravillosa. Por los suelos me tiraba cuando visita a uno de sus antiguos amores, un sacerdote. Esa visita en la que está él y su hermana, los malentendidos que se producen, es genial, no podía parar de reír. Tiene situaciones resueltas con tanta inteligencia y destreza que a mí me han proporcionado una lectura deliciosa. Repetiré con esta escritora,  sin duda. Ya tengo varios títulos y alguna película más esperando.

La película no la he visto todavía. Necesito un tiempo que repose la novela. Es muy posible que la vea el fin de semana próximo. Ya os contaré. Acaricio el momento de verla y más después de haber disfrutado tanto de la novela. 

Texto: Ana Martínez García.

2 comentarios:

  1. Querida Ana. Es un placer leerte largo y tendido y más si el objeto de tu disertación es Elizabeth von Arnim. Como te dije en IG, muero de ganas por encontrar esta novela, pero la emoción que me has trasmitido al leerte palia un poco mi desazón hasta que llegue a mis manos. Un placer siempre compartir contigo aficiones y emociones lectoras y cinéfilas.
    Hasta la próxima reseña :)

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  2. ¡Gracia Mar y disculpa que no haya contestado antes! Me he acostumbrado a Facebook e Instagram que avisan... Espero que encuentres pronto esta novela o la reediten. Realmente esta escritora merece la pena. Anoche ya vi la película. Quería que pasara un tiempo para no estar comparando. La verdad es que es deliciosa, aunque cambia la estructura y añade algunos elementos que no están en la novela. Se pierde en gran parte esa ironía que tan bien conoces, pero bueno, es inevitable. Aun así merece la pena. ¡Bette Davis está maravillosa! Pero no la veas antes de leer la novela, tiene una sorpresa final que la película mantiene y creo que la experiencia te será más grata leyendo el libro primero. Hay que darle toques a Lumen jajaja. Un abrazo y un placer compartir lecturas y este cine clásico tan inolvidable!

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