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lunes, 22 de abril de 2019


Cuanto más comprendes qué es la libertad, menos libertad posees.

En el curso de una visita posterior me condujo a una galería que permanecía cerrada. Allí guardaba su colección de autómatas: muñecos, algunos de tamaño natural, que parecía que acabasen de salir de un cuento de Hoffmann. 




Para John Fowles "El mago" era la novela de la que menos satisfecho se sentía, coincidiendo con gran parte de la crítica, que no la acogió tan bien como otros títulos suyos. No obstante, los lectores no estuvieron de acuerdo y siempre ha sido para ellos el más apreciado de sus títulos. Así lo reconocía el autor en el prólogo de la segunda edición inglesa en 1977.  

Nicolas Urfe, joven insatisfecho con los últimos trabajos que ha desempeñado como profesor de inglés consigue un empleo en un colegio privado, situado en una recóndita isla griega, Phrasos. Atrás quedan el nebuloso Londres y Alison, la chica con la que se había estado viendo. Nada más llegar queda deslumbrado por la belleza de la isla y comienza expectante su nueva andadura profesional. Sin embargo, pronto las aburridas clases y la escasa comunicación con sus compañeros que apenas saben inglés lo impelen a alejarse del colegio y encontrar solaz en la soledad del mar. Y es en una de sus frecuentes excursiones que va a encontrar una solitaria villa con un propietario misterioso y fascinante que le hará sentir que tiene unos planes muy especiales para él, pero que la naturaleza y el propósito de esos planes tendrán que esperar para serle desvelados. 

Los libros como sabéis tienen tempos diferentes. "El mago" te va llevando en un suave vaivén de las olas. Avanzas intrigada, pero con apenas sobresaltos. A la vez que el joven Urfe vas haciendo pequeños descubrimientos y como en un teatro solo para ti asistes a la función con tranquila curiosidad. Disfrutas las descripciones de la isla; las conversaciones sobre arte y literatura y las narraciones que se adentran en el pasado del anfitrión a la luz de las velas en la terraza de la villa te van seduciendo cada vez más. El olor salubre del mar te invade los sentidos y otro olor, menos evidente al principio, olor a sexo, que linea a linea se va intensificando, flota en el ambiente sobre oleadas de calor. Cada vez hay más dudas, llega un momento en que hay demasiadas, no puede, no puedes confiar en nadie. Y entonces..., hacia la mitad de la novela da un giro que te sacude en tu serena lectura y la voluptuosa expectación se tronca en inquietud y febril avance hasta el final. 

Compleja, inquietante, extraña novela que me ha fascinado. Fowles dijo que era "una novela de adolescencia escrita por un adolescente tardío". Y entiendo el porqué. El adolescente sueña con vivir aventuras, con el amor y el sexo, a menudo se siente especial y solo en un mundo que no lo comprende y con el que no está de acuerdo. En el horizonte una bella isla, una misteriosa villa, un propietario rico y culto y la posibilidad de vivir algo tan diferente a la realidad que es inevitable que seduzca. Pero, ¿y los lectores que ya dejamos muy atrás la adolescencia? La añoranza de lo que soñamos, de lo creímos posible que nos alejara de esa realidad que suele ser tan gris y prosaica. 

Además de todo lo dicho y de lo que no diré, está Shakespeare y en especial, "La tempestad". Tuve una época en que me leí casi todas sus obras y me quedó, entre algunas otras, este título que debe ser que nunca se resignó a que lo dejara atrás y me ha aparecido con frecuencia. ¡Vale, lo he captado, la voy a leer! Son numerosos los escritores que se sienten en deuda con Shakespeare y le rinden honores. Fowles es uno de ellos y es una maravilla como entrelaza en la historia de la novela las numerosas referencias a esta obra en concreto y las de otras del dramaturgo inglés. Terminé de leer este libro, pero no he acabado con él. Voy a leer, como he dicho, "La tempestad" y algún título más. Es muy gratificante y estimulante cuando has disfrutado una lectura y además anotas varios títulos más que en ella aparecen y deseas leer. Ya os iré hablando con más detalle de ellos. 

Muy buen libro. John Fowles nunca me defrauda. Para eternos adolescentes que soñaron lo que solo encontrarían en las novelas. 

John Fowles en el cuarto donde escribía sus obras.

Texto y foto inicial: Ana Martínez García.


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