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domingo, 12 de abril de 2020


ARMONÍA 
NICKY
de
Eduard von Keyserling



Todo exhalaba algo como un calor secreto...

O se sentaba durante horas, indiferente, y jugaba con cosas pequeñas, lisas y blancas, cajitas de nácar y cuchillas, cosas que podían no ser lo suficientemente lisas y blancas.

ARMONÍA, de Eduard von Keyserling.

La música es la más indiscreta de todas las artes, expresamos con ella las últimas defensas de nuestra alma, no podríamos hacerlo de otro modo, y nos escuchan todos los que pasan, todos los indiferentes, todos los que han pagado su butaca. Siempre es así, y mi único consuelo es que ese lenguaje lo comprendan unos pocos, los menos.

Sí, las tardes de los domingos son tristes. Los domingos por la tarde siempre tengo la impresión de haber desperdiciado algo.

NICKY, de Eduard von Keyserling.

***

Las narraciones de Eduard von Keyserling describen castillos flotantes con cimientos de arena. Lo que sucede en ellas es un sueño de muselinas siempre a punto de desintegrarse; sus seres fantasmales se quedaron atrapados en estancias en las que un opresivo almizcle de rancia aristocracia, deseo sexual, insatisfacción, celos y elegante voracidad te va sumiendo entre sus líneas en una especie de trance de decadente belleza. El mundo que describe el escritor desapareció con la Gran Guerra, pero él, ciego, una especie de médium de sus antepasados que dictaba a sus hermanas sus historias de personajes que se mueven entre lo exquisito y lo sórdido, se empeñó en que no quedase en el olvido. Podemos observar a estos seres a placer, jugar con sus figuras de alabastro, que las telas tan delicadas no se nos escapen entre los dedos. Tenemos sus libros que los protegen. ¿Notas el olor? A naftalina, a membrillos en los armarios. Pero esos ratones no dejo de escucharlos: por los desvanes, tras los paneles de madera de las paredes, dentro de los cojines, en las alacenas, en los cajones de la ropa interior... Los pequeños se lo comen todo, lo pisan todo con su patitas irreverentes; ellos llegaron antes que nosotros, ese mundo les pertenece más a ellos. Se arremolinan alrededor de su querido escritor, se les suben por las piernas y se atiborran en su bandeja de té. ¡Cuidado, aquel pequeñín ya  está royendo una de las páginas! Comencemos antes de que sea demasiado tarde.

Tanto ARMONÍA como NICKY comienzan en una estación de tren. Los lujosos y confortables trenes donde viajaba la aristocracia europea. En la primera historia, Felix von Bassenow llega a su castillo tras una larga ausencia por la enfermedad mental de su esposa. Annemarie se encuentra mejor y su fiel Malten lo llama para decirle que puede volver. "Si, así era siempre con Annemarie siempre vivía uno en un mundo aparte: un mundo para ella y ahí estaba siempre la Malten para correr las cortinas y protegerla del mundo exterior". A su llegada el señor del castillo pretende tomar el mando de nuevo, demostrar quién es el amo... Pero se verá desplazado en sus propias posesiones. El tío Thilo, que llega poco después junto al padre de su mujer, es inteligente, culto, ingenioso y gran conversador y parece embelesar a todos. Felix se siente en su propia casa en un segundo plano y como si molestara todo el tiempo. Excepto para Mila, la joven adoptada de la señora Malten, que pronto le deja claro que para ella no hay más amo que él.

Esta primera narración, además de estar maravillosamente bien escrita, atraparte de inmediato con sus bellísimas descripciones, ser de un romanticismo de filos sórdidos que se van extendiendo a medida que vas avanzando en la lectura hasta un tremendo final, parece una clara influencia de REBECA, de Daphne du Maurier. Como si Rebeca siguiera viviendo en Manderley, la señora Danvers fuera Malten y la tímida nueva señora de Winter, fuera Mila, pero bastante más audaz y descarada. Resulta muy curioso. No me consta que Daphne du Maurier leyera a este escritor, pero yo creo que si pudiéramos buscar en su biblioteca encontraríamos un viejo ejemplar de ARMONÍA. 

En la segunda narración, la baronesa Nicky se despide en la estación de su marido, se marcha al campo para sus vacaciones de verano. Al fin dejará atrás por un tiempo su tediosa vida de casada y no escuchará a sus aburridos familiares cada día. Pero al llegar al campo todo sigue igual y la gente es tan aburrida como en la ciudad; ella se siente tan diferente a los demás... Además, la dichosa política que es el centro de la conversación de todo el mundo, no le interesa nada y de los constantes rumores de guerra no quiere oír ni hablar. Entonces aparece el músico Enrico Fantoni y su música es bellísima y le habla como si fuera un ser excepcional. "... por primera vez en mucho tiempo ya no se sentía desgraciada". Pero la guerra, no hay quien la pare, cada vez está más cerca y nada parece indicar que puedan seguir ignorándola por más que les incomode a ambos, por más que se adentren en el bosque.

Por un momento los ratones se han quedado dormiditos. Vamos a apartar los libros de Eduard von Keyserling de ellos. Los protegeremos bien, los cuidaremos, los leeremos... 

Texto y foto: Ana Martínez García. 

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