~BAJO EL MANZANO~
de John Galsworthy
Ese año la primavera fue todo un descubrimiento para él. Como en pleno éxtasis, observaba los brotes rosados de las hayas que habían tardado más en florecer recortarse contra el azul del cielo, bajo los rayos del sol, o los troncos y ramas de los pinos silvestres, que parecían pardos bajo una luz tan violenta, o ya en el páramo, los alerces doblados por el vendaval que tan vivos se veían cuando el viento hacía ondear sus hojas verdes y tiernas por encima de las ramas oscuras, enmohecidas. O se tumbaba en la loma, mirando las violetas de monte, o más arriba, entre los helechos marchitos, tocando los brotes rosas y transparentes de la zarzamora, mientras los cucos cantaban y reían los pitos reales, o una alondra desgranaba sus gorjeos desde lo alto. Resultaba totalmente distinta a cualquier primavera de las que había conocido, porque la llevaba en su interior y no por fuera.
Seguramente lo habrían hechizado la primavera, la noche y las flores de los manzanos.
Durante el té suntuoso y tardío, que incluía huevos, nata montada, mermelada y unos bollos ligeros y recién hechos, con un toque de azafrán, Garton disertó largo y tendido sobre los celtas...
***
Una lectura puede ser una anhelo tras los cristales de una ventana. Creímos que la primavera nos pertenecía y sin embargo florece ahí afuera sin nosotros y no le importa. La dábamos por segura y ahora resulta que puede dejarnos atrás sin girarse a mirarnos ni una sola vez, como la amante que en realidad siempre fue libre y autosuficiente, pero pensábamos que podíamos desdeñarla cuando quisiéramos desde nuestra supuesta e ilusa superioridad. Y ahora la miramos implorantes mientras se vuelve cada día más hermosa y su perfume, el mismo de antaño, se nos antoja cada vez más exquisito, más embriagador. Ella está de fiesta y no hemos sido invitados.
La herida que la primavera me deja en el aliento la curo buscando en mis libros como escogiendo flores para un jarrón. Y qué bella es la flor de los manzanos me digo al mirar uno de los títulos de John Galsworthy. Sí, en la primera página, un prado lleno de alerces: "alerces que olían a limón al recibir el sol de finales de abril".
En BAJO EL MANZANO, de John Galsworthy, Frank y Stella Ashurst celebran sus bodas de plata viajando a Torquay, donde se conocieron. En el camino se detienen en un prado por decisión de ella para almorzar y pintar unas horas con sus acuarelas. Mientras él la espera se da cuenta de que el lugar le resulta familiar... Una tumba solitaria le traerá los recuerdos de veintiséis años atrás.
Es esta una novela corta muy bella, con unas descripciones del campo y en su segunda mitad de la costa del sur de Inglaterra que son puro deleite. Una historia de amor y prejuicios con desenlace de melodrama que la envuelve el autor en una prosa que se desliza fragante y serena; cadenciosa en sus sonidos de arrollo joven. La eterna insatisfacción humana, las disyuntivas vitales, las barreras sociales y el temor a romperlas, la juventud que pasa tan rápida como una exhalación y esa mirada atrás inevitable al llegar a esa edad en la que haces balance y temes el resultado, tienen cabida en esta narración de la que disfrutas en cada página. La primavera y el verano discurren por ellas y te las dejan vivirlas sin salir de casa.
El mismísimo Orson Welles la adaptó para la radio en dos ocasiones y en 1988 fue llevada al cine por Piers Haggard como "A Summer Story". Es una belleza que me ha recordado en algunos momentos a "Resurrección", de Tolstói e incluso a "Hamler", de William Shakespeare. Influencias de altura -que no desarrollo, pues destriparía demasiado la trama- para un escritor, John Galsworthy, al que siempre es un placer leer.
Texto y foto: Ana Martínez García.
*Preciso es aclarar en estos difíciles momentos en los que tenemos que ser muy responsables, que las flores silvestres las ha cogido mi marido en un descampado cerquísima de nuestra casa mientras sacaba a la perrita Noa en esos escasos cinco o diez minutos que tiene para hacer sus necesidades.
*Preciso es aclarar en estos difíciles momentos en los que tenemos que ser muy responsables, que las flores silvestres las ha cogido mi marido en un descampado cerquísima de nuestra casa mientras sacaba a la perrita Noa en esos escasos cinco o diez minutos que tiene para hacer sus necesidades.
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