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jueves, 15 de octubre de 2020

LA EMBRIAGUEZ DE LA METAMORFOSIS

 de Stefan Zweig


Llevo años buscando la historia que en este libro nos relató Stefan Zweig sin saber que le pertenecía. Siendo muy joven vi una madrugada en la 2 de rtve una pequeña serie de dos capítulos que me impactó muchísimo. No percatándome en ese momento de que su recuerdo quedaría atrapado en mi memoria para de forma persistente asomar la cabecita cada cierto tiempo, no me fijé entonces ni en el título, ni en el nombre de los actores, ni si estaba basada en un libro; no me quedé con ningún dato que me sirviera después para quizás poder localizarla y verla de nuevo, solo su argumento quedó perfecto en mí, como si una y otra vez hubiese vuelto a ver la serie la noche anterior. Cuando su recuerdo comenzó a ser recurrente en cada establecimiento que entraba la buscaba y traté de encontrarla, cómo no, por Internet, pero con tan pocos datos nunca di con ella. No podéis imaginaros cuánto la he buscado. Cuando ya casi había perdido la esperanza de encontrarla, hace un par de semana me topé con ella aquí en Instagram, si no con la serie, sí con la historia. ¡Por fin! Y estaba tan asombrosamente cerca...

El veintiuno de septiembre veo que Rocío de @librosylibrosylibros nos habla de La embriaguez de la metamorfosis y antes de pararme a leer lo que nos tenía que decir sobre esta lectura, pensé: "qué raro, con un título tan bonito y lo mucho que me gusta Stefan Zweig, que nunca me haya fijado en este libro". Pues bien, en cuanto comencé a leer el texto me quedé boquiabierta, ya que era, sin ninguna duda, la historia que tantos años llevo buscando. De inmediato me fui a comprar el libro. También, cómo no, por enésima vez traté de dar con la serie, pero esta vez con con más información. Y sí que la encontré, pero en alemán. Al parecer hay una versión en español, que debió ser la que vi entonces, pero no he dado con ella. No importa, leer el libro ha sido como sonreírle a mi otro yo, a la que una madrugada conoció una historia que se le quedaría cosida a los recuerdos y que tantas veces le tiraría de las costuras. Y lo más importante es lo que nos cuenta Zweig y cómo nos lo cuenta. La mayoría de las veces el libro es la pieza más valiosa.

Es una historia triste como una certeza absoluta sobre la vida que nunca se podrá rebatir. Uno coge su certeza y se la guarda como un gran hallazgo y sin embargó se posará sobre su ánimo tan pesada y húmeda como una gotera que se convertirá en riada con el paso del tiempo y lo arrasará todo.

Hay libros en los que llueve sin parar sobre un techo de vigas carcomidas. Ni el aire puro ni las flores frescas que se pongan en los botes de hojalata detendrá la podredumbre. Hay un transcurrir monótono, plomizo, de una rutina en la pobreza que detiene las ilusiones, convierte en muecas las sonrisas y el futuro se oculta tras una nebulosa cada vez más densa y asfixiante del que más se anhela escapar que alcanzarlo.  

Así encontramos a Christine, con los ojos apagados por el desánimo y la monotonía. Lleva una existencia gris en un pequeño pueblo, Klein-Reifling, Austria. Su día a día transcurre cuidando a su madre enferma y con un trabajo que odia como ayudante de correos. Lleva en su rostro el rictus de la escasez, de contar cada céntimo, de vivir una rutina que ahoga su naturaleza bajo una niebla que le cala el ánimo, el sentir e incluso el respirar. Tan solo las veladas junto al maestro del pueblo en que les lee a la madre y a la hija, apenas dibujan una finísima grieta de luz en sus existencias. Hasta que un día llega una carta que como una inesperado truco de la naturaleza pondrá en marcha una metamorfosis que quedó inacabada por la guerra y el infortunio, de la pobre Christine, polilla olvidada hasta de sí misma, y surgirá entonces una preciosa mariposa. Como un cuento de la cenicienta que se vivirá en Viena, en un gran hotel...

Las historias que nos pertenecen darán con el modo de encontrarnos. Qué alegría cuando el encuentro se produce. Esta vez ha sido de la mano de otra lectora, Rocío, y es enorme mi agradecimiento. La magia está en los libros y en quienes creen en ella. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.


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