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sábado, 21 de noviembre de 2020

BERLÍN ALEXANDERPLATZ 

de Alfred Döblin 


Walter Benjamin dijo que 'Berlín Alexanderplatz' era <<el más avanzado, vertiginoso, último y adelantado escalón del viejo Bildungsroman>>, pero también dijo Muschg que Döblin estaba, con algunos otros -Kafka, Musil, Barlach, Jahnn-, <<en las filas de los narradores que fueron despertados o fustigados por el expresionismo y forzaron en Alemania el derribo de las murallas de la tradición burguesa>>.


Franz Biberkopf sale de la cárcel después de cuatro años con el firme propósito de ser honrado. En el Berlín de 1928, en la Alexanderplatz, proletario, ex presidiario, hombre de proceder primitivo no lo va a tener nada fácil para lograr su propósito. Alejarse de antiguas amistades y subsistir trabajando sin delinquir le supondrá una lucha diaria y en ella los golpes de aquellos en quienes va a confiar pondrán a prueba su determinación, "...qué pasa con este hombre. Siempre tiene mala suerte". "Un hombre en cambio, tiene unos ojos, y en él hay muchas cosas, todas desordenadas; puede pensar un infierno de cosas y tiene que pensar (su cabeza es terrible) en lo que le va a ocurrir". 

Alfred Döblin en un collage de multitud de elementos nos presenta a un antihéroe en su batallar diario a la búsqueda -confusa en su sentir rudo y primario- por el significado de su vida siendo golpeado una y otra vez. Caerá y se volverá a levantar en un Berlín que es capital de la modernidad, en continua trasformación, donde las vanguardias nacen al son de la música en los cabaret; una sociedad que se mueve entre el hedonismo y una realidad de grandes desigualdades; el enorme desempleo genera desencanto, amargura y crispación en los ciudadanos, dando lugar a una inestabilidad social y política que con el tiempo acabaría desembocando en el ascenso al poder del nacismo. La violencia serpentea por las calles como un monstruo ciego y embestirá sobre las criaturas que encuentra a su paso. Los bajos fondos, la prostitución, la delincuencia, están a un paso, enfrente del proletario que se mantiene en el límite. 

El primer sentimiento que despierta Berlín Alexanderplatz es de desconcierto. La forma peculiar de narrar de Alfred Döblin cuesta al principio y la lectura es más lenta hasta que te acostumbras y entonces ya no puedes dejar de leerla y sin duda te das cuenta de que estás ante un libro realmente excepcional. En ella coloca un sinfín de componentes, con un cambio continuo de puntos de vista del narrador, sintiendo que es el propio Döblin que ahora se acerca, después se distancia o incluso interpela a Biberkopf y habla con él; se vale de diálogos, pensamientos, monólogo interior y hasta el subconsciente en una alternancia vertiginosa con fragmentos de coplas populares, descripción de carteles publicitarios, anuncios en los periódicos, etc, etc. Toda esta amalgama de un realismo expresionista resulta estimulante y una magnífica representación de la infinidad de sensaciones que se dan en una gran ciudad y sobre sus perdidas criaturas. No llega al grado de complejidad del Ulises, de Joyce con el que a menudo es comparada esta novela, y aunque tiene momentos en el que cuesta avanzar algo más en otros es absolutamente vertiginosa. Franz Biberkopf es un personaje que detestas, pero al que no puedes dejar de observar y seguir, el autor nos lo muestra de tal modo en su descarnada humanidad que acabas queriendo que logre su propósito.

Una gran obra de naturaleza didáctica y literariamente experimental que tuvo un extraordinario éxito cuando se publicó, pero que no le dio sin embargo a su autor el reconocimiento que sin duda merecía y hasta después de 1945 no comenzaría a posicionarse en el importante lugar que hoy ocupa: "... gozne en definitiva entre una tradición que acaba y otra que empieza, debe situarse seguramente la verdadera importancia de Berlín Alexanderplatz". 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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