MARCIA DE VERMONT
CUENTO DE INVIERNO
de Peter Stamm
"No puedo sino recordar a Marcia, el momento en que la conocí muchos años atrás, una Navidad".
"La decoración del piso era muy elegante. Tenía grandes ventanales que, en mi recuerdo, se parecen mucho a los de James Stewart en La ventana indiscreta, pero puede que me equivoque".
"Había conseguido toda la libertad que te proporciona el dinero, pero jamás volví a tener aquella sensación de libertad de la primera vez".
Un paisaje nevado, sin mácula, luminoso, casi cegador. Así son nuestras vidas al principio. Somos conscientes cuando ya es demasiado tarde de lo fácil que es ensuciar esa nieve, de que una vez emprendido el camino es imposible volver sobre nuestras huellas, restablecer la destrozada lisura y comenzar de nuevo. Otras vidas, otra nieve, otras pisadas modificaran un paisaje que ya no nos pertenece y al volver la vista atrás la nieve deshecha habrá empapado los viejos recuerdos y entre las manchas de humedad nos buscaremos inútilmente. Solo queda seguir caminando hacia delante, hasta que nuestro paisaje se acabe y cuidar de no embarrar demasiado.
Peter, de mediana edad, con un pesado equipaje a cuestas de proyectos manchados con el barro de los años, durante los dos meses que va a pasar en una colonia de artistas de Vermont, sintiendo el aislamiento del lugar, rodeado de nieve por doquier y sin apenas relacionarse con nadie, comienza a recordar cuando de joven viajó a Nueva York para emprender su andadura como artista y fortuitamente conoce en un cruce a Marcia, una joven extraña, con una vivencia muy triste en su pasado que la empuja a desdoblarse para poder reírse del dolor.
A través de los recuerdos de Peter sobre lo vivido con Marcia comprobamos cómo después de transcurrido mucho tiempo corremos el riesgo de que la memoria dibuje los hechos de forma muy diferente a como realmente fueron. Cuando nuestro presente se nos despoja de la ilusión y el empuje que teníamos de jóvenes es fácil, demasiado fácil, dejarse seducir por un pasado idealizado y creer que podemos volver y retomar lo que dejamos a medias o que abandonamos en una de esas encrucijadas tan decisivas para el resto de nuestras vidas.
Con esta novelita, no llega a las cien páginas, ha tenido mi primera experiencia con Peter Stamm. Es un escritor, al parece reconocido y apreciado, del que Acantilado ha publicado numerosos títulos. Pero a mí, siento decirlo, no me ha conquistado. Esta pequeña historia se lee muy bien, de una sentada, es muy ágil... Sin embargo su escritura me ha parecido demasiado sencilla, no busca en las descripciones ningún recurso que las embellezca, es una prosa que no es placentera, resulta algo fría y distante. En un cuento de invierno con un paisaje nevado y en Navidad me ha faltado sentimiento, emoción, pero sobre todo un mínimo toque poético. Además, la historia que nos cuenta, no está mal, pero ocurre que lo más interesante sobre la chica que recuerda, Marcia, aunque no se dice, yo creo que se inspira en una controvertida fotógrafa real, Irina Ionesco, y al reconocerla me distanció de la criatura que él crea como ficción. Claro, entre esta prosa tan despojada de todo y que lo más destacable se toma de la realidad, pues a mí no me ha convencido y me ha dejado con pocas ganas de aventurarme en otras novelas de este autor. Aunque sinceramente creo que en esta ocasión es más cuestión de gusto personal y que a otros lectores que no tengas ganas de enredarse demasiado en una narración y quieran una lectura rápida les puede atraer más este libro.
Texto y fotografía: Ana Martínez García.
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