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jueves, 20 de mayo de 2021

 JALNA

SAGA DE LOS WHITEOAK

Mazo de la Roche



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Se sirven casi tantas tazas de té en esta novela como en las de la mismísima Barbara Pym. Y la nonagenaria abuela, Adeline Court, con su loro Boney en el hombro, las pide continuamente. Ella siempre está hambrienta y sedienta; lo quiere acaparar todo. Al conocerla podríamos pensar que si se le concediese la inmortalidad comiéndoselos a todos, aceptaría sin dudarlo. De momento, sin otra opción que la de resistir de la forma tradicional, pretende llegar a los cien años y que se la agasaje con una gran fiesta de cumpleaños. Es su máxima aspiración.

La escritora canadiense Mazo de la Roche (1879-1961) escribió de la Saga de los Whiteoak dieciséis volúmenes, consiguiendo un enorme éxito. Este primer tomo está ambientado en la década de 1920, aunque se remontará la narración a 1854, para conocer los orígenes de esta familia de terratenientes. En su finca en Ontario los hijos de Adeline Court, sus nueras, nietos y numerosas mascotas la rodearán consintiéndola por edad y lugar que ocupa en la familia. Y, claro, esperando algunos de ellos ser los elegidos en su testamento. Ella, desde luego, es una presencia poderosa que se siente incluso cuando duerme y condiciona a los demás, por más que les pese a algunos de los nuevos miembros. 

Es una historia que te atrapa por las descripciones del paisaje de Ontario; por sus singulares personajes; el que te permita conocer el mundo privado de una familia acomodada, con sus taras y secretos; por sus amores e infidelidades... Y por todo el té que beben y los muchos pasteles que se sirven. También el que haya animales en la casa algunos muy consentidos me animaron de manera especial esta lectura. La abuela tiene, como os decía, un loro; sus dos hijos mayores, uno tiene una gata y otro un Yorkshire, y su nieto Renny, dos perdigueros. Además de los caballos. 

Qué me ha fallado entonces en este libro para haberme dejado un tanto dividida. En principio, que a esta familia le falta algo que a mí en las sagas familiares -en otro tipo de libros no me parece tan importante- me resulta casi imprescindible: cierto refinamiento. La abuela llega a ser incluso grotesca y algunos personajes son demasiado rústicos para mi gusto. Le dedica además muchas páginas a una historia amorosa que no me interesaba demasiado. Y hay otra historia que me atraía más, pero que llega a presentar algunos detalles de novela rosa que casi me dan urticaria. Está también un niñito, Wakefield, que se supone que me tenía que enternecer y divertir y en realidad me resultaba pesadísimo. A mí lo niños en literatura tienen que ser muy singulares para que me interesen. La prosa de la escritora tiene momentos muy buenos y otros como si le faltara algo para terminar de afinar el estilo. Hasta aquí lo que menos me ha satisfecho. Y me doy cuenta de que no sé si es muy buena señal que primero haya descrito lo negativo. En fin. En lo positivo, hay algunos personajes muy atrayentes. Meg me fascinaba. Una mujer anticuada que cuida de todos con gran celo y que presenta la particularidad de que apenas come cuando está en familia, pero se lleva enormes bandejas a su cuarto para degustar los alimentos en soledad. Están también los hijos mayores que son muy interesantes, sobre todo Ernest, experto en Shakespeare y que siempre tiene cerca a su gata Shasa. Y mi preferido de todos, Finch. Diferente a los demás, de psique más compleja y que sufre las burlas, incluso los palos de alguno y las exigencias de todos. Aunque solo fuera por saber cómo evoluciona este chico, me merecería la pena continuar con la saga. También está muy lograda la sensación opresiva que se llega a sentir en la casa, sobre todo en invierno con las lluvias.

Y en esas estoy. Un tanto dividida. Ha sido un libro en el que han volado las páginas, de lectura fluida, que en general me ha gustado, pero no me ha enamorado y me ha chirriado en algunos momentos. Si Siruela continúa con la saga es muy posible que lea el segundo, sobre todo por lo que os decía de Finch. Pero ya veremos llegado el momento. 

ATENCIÓN: Agradezco muchísimo que Siruela incorpore un árbol genealógico, pero revela más de la cuenta y con algunos personajes no solo para este primer tomo. Yo lo aviso. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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