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martes, 8 de junio de 2021

~EL CUSTODIO~

de Anthony Trollope



Era un lugar tranquilo, al que daban sombra los árboles del jardín del custodio. En el lado que miraba al río se alzaba una hilera de asientos de piedra, desde donde los ancianos contemplaban a los pececillos en sus evoluciones por la corriente. Del otro lado del río había un verde prado de tupida hierba que se extendía hasta la residencia del deán y tan cerrado al público como el mismo jardín del deán. 

Había muchos libros y largas hileras de sofás. ¿Existe algo en el mundo más lujoso que un sofá, un libro y una taza de café?

El reverendo Harding es el Chantre de la catedral de Barchester y custodio del asilo de esta tranquila ciudad catedralicia. De unos sesenta años, bondadoso, de buen carácter y enemigo de los conflictos, vive en grata armonía con su hija Eleanor en una bonita y confortable casa adjunta al asilo. El trabajo no es excesivo y le permite como aficionado a la música que es ocuparse con esmero del coro de Barchester y tocar a menudo el violonchelo, motivos para él de felicidad. Pero "las voces del escándalo" azuzadas por el reformador John Bold vendrán a perturbar su plácida existencia. Y es que se va a cuestionar la cuantía que recibe por desempeñar su puesto como custodio. El acaudalado John Hiram, años ha, dejó en su testamento estipulado que sus tierras y lo beneficios que de ellas se extrajeran serían para favorecer a doce ancianos que lo necesitaran y que un custodio que se ocupara de su bienestar recibiría parte de esas rentas. Con el tiempo, a medida que las tierras iban dando más rendimiento, la diferencia entre lo que recibían los ancianos y el custodio se fue haciendo mayor a favor de este, por lo que Bold plantea que no se esté siguiendo lo estrictamente estipulado por John Hiram y la Iglesia se esté aprovechando de una donación con fines caritativos. Ante esta situación, las dudas le quitarán el sueño al reverendo Harding. Hombre bueno y honrado no se había planteado hasta ese momento que se pudiera estar cometiendo una injusticia con los ancianos del asilo y que esa injusticia le beneficiara directamente a él, para quien lo más importante es actuar con rectitud. Actitud diferente a la de su yerno, defensor de los privilegios de la Iglesia que tratará de vencer a los enemigos de esta con todas las armas legales a su alcance.

EL CUSTODIO, de Anthony Trollope, uno de los novelistas victorianos con más éxito, es la cuarta de sus novelas y la primera de sus "Crónicas de Barsetshire" formada por seis títulos ambientados a mediados del siglo XIX, que aunque se pueden leer de forma independiente todos giran en torno al mismo condado imaginario y desde la ciudad de Barchester. Es una novela que a partir de una trama sencilla, pero muy verosímil, dibuja perfectamente unos personajes de carne y hueso con unos planteamientos éticos y morales que trascienden el tema eclesiástico y el paso del tiempo. Nos lo señala de forma magnífica el gran traductor y autor del postfacio de esta edición de Alfaguara, Jose Luis López Muñoz: "El custodio examina la posición moral del titular de un cargo de responsabilidad social y de esa manera formula preguntas inquietantes sobre las conexiones entre virtud privada y vicios públicos, al mismo tiempo que pone en duda el valor de la integridad personal en un sistema corrupto".

Desde que leí "Ojo por ojo" de este autor he querido conocerle mejor. Con la lectura de su relato "La cueva de Malachi" que tanto me gustó, me entraron las prisas y este año pretendo dedicarle más tiempo. Después de leer esta novela, desde luego, más me apetece. Una elegante ironía en su texto, sosegadas descripciones de la vida inglesa de provincias, junto a unos personajes que se salen de las páginas con sus diferentes personalidades e incluso con sus tics, que te atrapan e implican en sus vicisitudes y conflictos morales, sin exabruptos, pero de forma amena y con más alcance del que algunos le conceden. Por las incómodas preguntas que se plantean en EL CUSTODIO y la lección de integridad que nos da el reverendo Harding, que es definido en algún momento como quijotesco, este libro sobrevive al tiempo y nos da sobrados motivos para leerlo con gusto y provecho. Y he de decir que no me había encontrado con un señor que me despertara tanta ternura como me ha ocurrido en EL CUSTODIO, de Anthony Trollope, con Septimun Harding, desde que leyera "Pnin", de Nabokov. Se queda para siempre en mi álbum de personajes íntegros y entrañables.

Ah, y como curiosidad, no puedo olvidar señalar los ataques a Dickens y Carlyle que aparecen en esta novela, a los que nombra como señor Popular y Antihipocresía respectivamente y que no tienen desperdicio. Cómo son los grandes escritores con sus compañeros de profesión. Luego dicen de Nabokov ja, ja, ja. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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