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sábado, 26 de febrero de 2022

LOS CANTOS DE MALDOROR,

de Isidore Ducase,

Conde de Lautréamont


LOS CANTOS DE MALDOROR, del Conde de Lutréamont (Isidore Ducase), cuando se publicaron en París en 1869 pasaron completamente desapercibidos. Durante mucho tiempo quedarían la mayoría de sus ejemplares olvidados y acumulando polvo en un viejo almacén, hasta que los surrealistas en el siglo XX le darían el lugar que le correspondía a una de las obras más atípicas e inclasificables de la literatura universal. Comenzaría así un interés denodado por desentrañarla y conocer al singular autor que le dio vida. Entonces se toparían para su consternación y la de futuros lectores con "la biografía de un fantasma". La mayoría de los datos que se conocen de Isidore Ducase no son seguros. Ni siquiera de la única fotografía que se conserva de él se puede afirmar al cien por cien que pertenezca a tan elusivo y misterioso creador. Se sabe que nació en Montevideo (capital de Uruguay) en 1846, de padres franceses, y que permanecería allí durante once años. Moriría  en Francia con tan solo veintitrés años. Apenas un año después de la publicación de sus Cantos.

Sumergirse en los Cantos es entrar en una pesadilla tan bella y fascinante como atroz. Caer en las profundidades de su poesía te ahoga en dolor, en horror y en belleza. Como decía en el párrafo anterior se dice de esta obra a menudo que es inclasificable, y, en efecto, así es. Todas las palabras que se utilicen para definirla caen como mojadas, sin la suficiente fuerza ante semejante creación sin igual. Tan solo OBRA MAESTRA se ajusta a la perfección a su inconmensurable grandeza. 

En esta pesadilla nos advertirán en un principio para que no sigamos con la lectura. Conoceremos a Maldoror, que es un criminal de una gran crueldad, y a otros seres de diferentes naturalezas. Algunos nos darán asco como los piojos, otros nos causarán espanto o pena. Hay seres crueles y otros inmersos en un dolor insoportable. Junto a nosotros sentiremos como a una consciencia que puede ser la que va de la vigilia al sueño y que contempla lo mismo que los lectores, pero sabiendo mucho más; el espanto ante lo que ve y la debilidad que le causa la sentimos con este ser. Es una consciencia que entre tanto horror, de algún modo nos acompaña y alivia y con la que empatizas por su conmiseración. Lo más asombroso para mí de los Cantos es cómo Lautréamont nos introduce esta voz que no sabemos desde cuándo está, ni quién es exactamente. 

Los Cantos es un enfado terrible, un dolor, un desgarro poético por la crueldad del ser humano: "Obtenga una victoria desastrosa o sucumba, el combate será hermoso; yo solo contra la humanidad". Hay, por tanto, también un reproche brutal contra el Creador, al que zarandea y se le baja de su divinidad con imágenes que llegan a ser hasta grotescas. Quien crea a una criatura como el ser humano, debe ser alguien aún peor. Hasta el propio demonio desprecia a Dios por su proceder. 

Es esta una obra para leer despacio, no olvidando que estamos dentro de una pesadilla y sus leyes no serán las mismas que las de la realidad o las de otra obra menos atípica. Es conveniente salir a respirar para apreciarla mejor, para pensar en lo leído. No te puedes quedar en la superficie, porque te pierdes gran parte de su grandeza, pero adentrarte en sus profundidades, te ahoga. Es, sin duda, fascinante, y si te dejas llevar, es de una enorme y oscura belleza, que se adelanta a su época. Precursora del surrealismo, pero también en su mirada comprensiva y de conmiseración con los seres despreciados por la sociedad, como las prostitutas, los vagabundos... En todo ello encontramos algo muy destacable y encomiable. Es muy sorprendente que un muchacho tan joven escribiera algo tan diferente a todo lo que se había escrito hasta entonces, con ese desaliento y enfado por la maldad del ser humano. Como no podía ser de otro modo, Baudelaire es una gran influencia, pero Lautréamont logra crear con su talento singular un universo nuevo. Y su influencia en escritores futuros será enorme también. Llegando hasta nuestros días, es imposible no ver a Mircea Cărtărescu, uno de los mejores autores actuales, en algunos de sus pasajes.  

Texto y fotografía: Ana Martínez García.

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