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miércoles, 4 de mayo de 2022

 LA MIRADA DEL ÁNGEL,

de Thomas Wolfe


"Matar a la muerte y matar al amor"

Estamos en LA MIRADA DEL ÁNGEL, de Thomas Wolfe, ante el reconocimiento, a través de los recuerdos, con todo lo que implica, de los particulares resortes activados en el seno familiar para la inmersión en el mundo. Una novela de formación en la que contemplamos el extraordinario crecimiento interior de su figura central, Eugene Gant, y cómo las personas importantes de su vida van a dificultar o favorecer su desarrollo. 

Todos llevamos dentro la gran inmensidad de nuestra soledad, seamos más o menos conscientes de ella, escuchemos su voz o intentemos silenciarla por todos los medios. Nacemos en una familia determinada que no elegimos y de su mano y con ese boquete de angustia, tenemos que aprender a contender con lo que nos aguarda. Y nos crece un aliado o un demonio en nuestro interior que luchará por hacerse oír entre la materia imperfecta moldeada por nuestros progenitores con su propia humanidad, su propio bagaje de miedo y perplejidad. Con los propios resortes que les impusieron a ellos.  

La gran originalidad de esta, sin duda, obra maestra es que Wolfe compone una sinfonía existencial, una letanía incluso, súplica no dirigida a ningún dios en concreto, en la que va repitiendo un estribillo de dudas, soledad, miedo, ansia por salvarse: por no ser hoja que se pierda entre el resto. Solo el amor parece calmar el desasosiego, pero el daño que también puede infringir sumerge aún más en la confusión. Cómo lograrlo entonces, cómo emerger, cómo escapar de alguna manera de ese pozo de oscura nada al que estamos abocados, de que todo no sea en vano. "Ay, Ben, mi fantasma, dame una respuesta". 

En LA MIRADA DEL ÁNGEL conoceremos el devenir de Eugene Gant en ese sur norteamericano con la doliente melodía de los negros de fondo, cargada de toda la opresión y el dolor de generaciones y generaciones. Y a partir de esa melodía se va componiendo la de Eugene a lo largo de toda la novela, enredándose en ella de forma bellísima, surgiendo una escritura fluida como la propia música, triste y dolorosa a veces, divertida otras e imbuida de momentos de gran patetismo. Enigmática también como la antigua sabiduría que hay que desentrañar. El gran logro de Thomas Wolfe es componer una pieza grandiosa e inmortal con los instrumentos de la literatura, desde la que se elevan los personajes principales. De entre la inmensidad de hojas que se pierden en los infinitos pliegues de la historia de la humanidad, de esa rueda que no cesa, él los rescata, los hace carne y ser para la eternidad. 

Entre otros personajes destaca el padre, Oliver Gant, que ahoga su miedo y sensación de fracaso en el alcohol. Su puerta estaba en los ojos de un ángel.... La madre, tacaña, obsesionada con el dinero, con comprar terrenos... Helen, la única capaz de calmar al padre. Impagables los momentos en los que lo abofetea y le da sopa: terrible, divertido y patético a la vez. Y ese Ben, no os lo perdáis, es inclasificable, es hermoso en su rabia, es un fantasma... Se me queda este personaje cosido a las entrañas de por vida. Las etiquetas pierden todo su significado con él. Wolfe refleja toda la imperfecta humanidad para lo que nunca basta con unas pocas palabras. A él le fluyen como ese río que lo obsesiona. "Una piedra, una hoja, una puerta". Trascender a la muerte. Encontrar el sentido de la vida estando tan "perdidos". Atados unos a otros en una infinidad de momentos compartidos, surge la ternura entre los reproches, el triste entendimiento de lo inevitable: "-¡Déjalo estar! -le pidió él, frenético-. Siempre será así. No es culpa suya, ¿no te das cuenta?". Pero también la necesidad de cortar los hilos para encontrar el camino; dar con la puerta: "... era el esfuerzo de su espíritu extraño y solitario para encontrar alguna entrada a la vida, para hallar éxito, posición y compañerismo".

Obra grandiosa de principio a fin. Ha sido una lectura inolvidable, tremendamente hermosa y emotiva. Que pide reflexión, saborearla, vivirla, pero no es complicada. Toca temas universales, los dos grandes temas de la literatura, la muerte y el amor -los demás son subsidiarios de estos- y el autor en esa cadencia te deja claro su propósito. Gracias a Jan de Trotalibros editorial, a su traductor, "in memoriam", Miguel Ángel Pérez Pérez, a Marisa como correctora y a todos los que hacen posible que libros tan maravillosos lleguen a nuestras manos. 

Texto y fotografía: Ana Martínez García. 







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